Efimeralización es un término acuñado por Fuller que sintetiza gran parte de su pensamiento. Consiste en la capacidad de “hacer más con menos” implícita en cualquier innovación tecnológica.
Aunque es un concepto íntimamente relacionado con la ecología, también ha sido empleado para justificar la evolución histórica de los aparatos tecnológicos, como los teléfonos móviles, dotados de mayores servicios sin necesidad de incrementar su tamaño.
En cualquier caso se trata de una manera de interpretar el uso que hacemos de los recursos desde cualquier perspectiva, incluyendo, como veremos, la urbana.
Cuando hablamos de las posibilidades de comunicación que permiten llevar a cabo nuevas acciones a distancia estamos admitiendo que han surgido nuevas capacidades para “hacer más con menos”. Por otro lado, al considerar el espacio urbano en todas sus posibilidades temporales
también reconocemos una mayor capacidad, la que alcanzamos con un uso efímero y programado de la ciudad.
Para entender evolutivamente este hecho vamos a partir de la subdivisión en Lugar (Ml), Masa (Mm) y Espacio (Me) que hemos atribuido a la materialidad (M).
Los vértices del triángulo representan los lugares de La Tierra más ricos por tener mejor acceso a los recursos naturales, los lados representan los recursos mismos (fundamentalmente los hídricos) y sus ángulos los principales ámbitos en los que los seres humanos han buscado o elaborado sus propios espacios de habitalidad, es decir, en las proximidades de los lugares más privilegiados.

Esta subdivisión se equipara tanto a las condiciones más propias del Primer Entorno (E1) como a las existentes en las fases más primitivas de la humanidad.
Si establecemos una segunda subdivisión fundamentada en el Tiempo y en las características del Segundo Entorno (E2) surgen centros de producción (Tl), infraestructuras de desplazamiento (Tm) y nuevos espacios de convivencia (Te) alejados de las principales fuentes de recursos naturales.

Este estadio histórico se corresponde fundamentalmente con los principios de la revolución industrial, pero sus efectos se multiplicaron con la irrupción de la automoción y fue provocando un continuo crecimiento urbano que se caracteriza por la aparición de grandes áreas metropolitanas y un constante aumento de la población urbana mundial.

Pero la verdadera dimensión del llamado Tercer Entorno (E3) se ha revelado con una naturaleza transformadora cuanto menos equiparable a las de E1 y E2. Esto nos obliga a una reinterpretación del esquema que se ha venido repitiendo por extensión del Segundo Entorno.

Las nuevas infraestructuras para la transmisión de Información (Im) se caracterizan por su “inmaterialidad”. Su disposición no implica la transformación del territorio y al mismo tiempo libera la carga de las infraestructuras de desplazamiento en tanto que cubre funciones propias
de los medios de transporte.
Esa “liberación”, junto a la capacidad organizativa que permiten las nuevas herramientas telemáticas, abre la posibilidad de nuevos espacios indefinidos para la convivencia circunstancial (Ie).
Por último, los centros de transmisión y recepción de información (Il) se vuelven móviles al ser inherentes a los individuos‐usuarios, los cuales portan los dispositivos necesarios para comunicarse con y desde cualquier lugar.
En consecuencia, y ante la “liquidez” cada vez más manifiesta de la sociedad, surge un nuevo peligro: la posible desaparición de los ámbitos urbanos junto a la dispersión de los espacios individuales de habitabilidad. No nos detendremos a valorar si esta doble circunstancia
supone un peligro social, lo cierto es que su peligrosidad medioambiental es más que evidente.
Las agrupaciones humanas en forma de ciudades han sido un claro valor ecológico de nuestra sociedad. Hoy su necesidad es ante todo energética, fundamentalmente por concentrar infraestructuras que se han ido multiplicando con el aumento de servicios urbanos (abastecimiento de agua potable, gas, electricidad, etc.) cuya eficiencia es directamente
proporcional a la densidad de población.
Por eso hablamos de efimeralización urbana, ya que entendemos la ciudad como parte imprescindible de cualquier desarrollo eficiente para la humanidad; pero al mismo tiempo entendemos que debe plantearse desde la necesidad de su propia efimeralización, que pasa por adaptarse a nuevas formas de entender la dinámica y la tensión urbanas. Esto nos llevará a una
reconsideración de sus relaciones de proximidad en base a las posibilidades del tercer entorno.
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