
Tensegridad (R. Buckminster Fuller)
En la confrontación que Echeverría establece entre extensión y compresión se produce un interesante encuentro entre las propuestas estructurales de Buckminster Fuller y la síntesis urbana de los tres entornos.
Tal y como expone Echeverría al referirse a la extensión del primer entorno, es preciso partir de la influencia de Descartes y su res extensa en la cultura occidental para comprender hasta qué punto hemos concebido E1 y E2 como dos entornos “extensionales, dimensionales y cuantitativos”:
“El globo terrestre, por ejemplo, quedó cartesianizado tras la Revolución Francesa por medio del sistema de paralelos y meridianos que cuadricula toda su superficie. Algunos Estados norteamericanos utilizan esas líneas imaginarias para señalar las fronteras, instituyendo un nuevo sistema de delimitación de los territorios que no está basado en fronteras naturales
(mares, ríos, montañas, fallas, etc.), sino en una extensionalización homogénea de todo el globo”. (*)
Pero, como veíamos en entradas anteriores (DYMAXION MAP), la representación que Fuller hace de nuestro planeta no procede de una comprensión cuantitativa de la superficie terrestre sino de un proceso de reflexión constante sobre las fuerzas que imperan en el universo y el equilibrio que se da entre ellas. Y con respecto a ese equilibrio queremos destacar aquí una de sus principales aportaciones: las estructuras tensegrity.
La tensegridad (tensegrity: tensional integrity) supone para Fuller una modificación sustancial en cuanto a la distribución de fuerzas y por tanto de equilibrios. Consiste en invertir la relación tradicional de las fuerzas de tensión y compresión de tal forma que el equilibrio se
produzca por “tensión continua” y “compresión discontinua”. De este principio estructural se deriva un importante ahorro de recursos (los elementos tensionados requieren menos cantidad de material) y una mayor eficacia gracias a un reparto equitativo de trabajo hacia todos los
componentes estructurales.
Por su parte, el tercer entorno se basa en la compresión del espacio y el tiempo:
“Las tecnologías de telecomunicación digital permiten ignorar las distancias a las que están dos personas entre sí, la interacción entre ambas ya no se representa sobre un mapa extensional, sino sobre una retícula en la que las distancias ‐y el tiempo‐ se han contraído, al ser irrelevantes”. (*)
Diremos por tanto, estableciendo una síntesis entre ambas concepciones de la compresión, que si aplicamos el principio de “tensión continua” a la extensión territorial, hemos de considerar los ámbitos urbanos como espacios comprimidos. Y esa “compresión” es posible gracias a una red
tensionada de telecomunicaciones que hoy permite constrarrestar la extensión territorial a la que se han visto sometidas las ciudades.
Pero en nuestra analogía urbana no podemos considerar la tensegridad abstrayéndonos de la realidad existente. Es decir, más allá de los reequilibrios que se pretendan conseguir en los territorios con la “compresión” (o efimeralización) de las ciudades, partimos de unas preexistencias que nos obligan a interpretar cualquier ámbito urbano desde la trialéctica del espacio de Lefebvre: historicidad, espacialidad y sociabilidad.
Es esa espacialidad de Lefebvre la que mejor representa, a nuestro juicio, la síntesis de la dialéctica compresión‐extensión en la ciudad: tanto aquellas preexistencias que son parte esencial del equilibrio por constituir la parte más sólida (comprimida) de la estructura urbana; como aquellas redes de participación (tensionadas) que distribuyen energías dinámicamente, ambas deben su disposición a la configuración de un espacio compartido.
Si lo resumimos ahora en una analogía puramente estructural diríamos que el equilibrio urbano está mejor representado por la cúpula geodésica de Fuller en Montreal que por la Torre Eiffel de París. Y no sólo porque la primera fuese una estructura mucho más eficiente en cuanto a la relación tensión‐compresión de sus elementos, sino porque además, y sobre todo, tiene como fin último la configuración y el acondicionamiento de un espacio “libre”.
(*) Javier Echeverría, “Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno”. Destino 1999.
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