
No Stop City (Archizoom).
La presencia física de los agentes que interactúan en los dos primeros entornos contrasta con las posibilidades de interacción que ofrece E3 por medio de la representación. Sin embargo, en relación a los objetos e instrumentos que forman parte de la interacción en E2 cabe destacar aquí distintas formas de representación que han sido generalizadas, y en cierto modo banalizadas, por los llamados “parques temáticos”.
Utilizaremos como referencia el proyecto teórico No Stop City de los arquitectos de Archizoom, que desde un planteamiento crítico y provocador proponían el uso de la representación para transformar un espacio artificial y aséptico en un escenario “urbano” abierto a múltiples posibilidades.
Aunque se tratase de un ejercicio polémico y fuese considerado distópico por muchos aspectos, hoy es ya una realidad a la que asistimos en las “ciudades artificiales” que constituyen los grandes centros comerciales. Además, de este proyecto se ha hecho realidad algo que tampoco podemos desdeñar: la representación de la naturaleza en los espacios habitables.
Tal y como apuntaba Javier Echeverría en su ensayo Cosmopolitas Domésticos (1995) el tercer entorno ha introducido en nuestros hogares una parte de la naturaleza a través de pantallas que la reproducen, principalmente en forma de documentales televisivos. Se trata por tanto de una sofisticación tecnológica de la representación, pero no deja de ser una versión acomodada de las simulaciones ambientales que se producían en No Stop City.
En la actualidad el tercer entorno también se ha colado en el espacio urbano a través de numerosas pantallas led que reproducen todo tipo de información, especialmente publicitaria, y que tienen una capacidad representativa muy fiel de cualquier realidad lejana, aunque sólo sea bidimensionalmente. Por eso podríamos hablar de un concepto que se sitúa en el centro de esta nueva dialéctica: la telepresencia.
Que la ciudad abra ventanas a lugares remotos en tiempo real incorpora una nueva manera de estar en ellas. Ya no es suficiente con diferenciar aquellos elementos urbanos cuya existencia es previa e “incondicional” a cualquier innovación (preexistencia) de aquellos otros elementos que están expuestos a los cambios resultantes de la propia coexistencia ciudadana, tanto en el tiempo como en el espacio.
Ahora deberíamos hablar también de las telexistencias urbanas, por las posibilidades que se abren con las distintas maneras audiovisuales de estar presente en la ciudad. Pero el tercer entorno también puede alterar nuestra forma de apreciar las preexistencias urbanas. Y es que la llamada “realidad virtual” puede retrotraerlas aun cuando ya no estén presentes “físicamente” en la ciudad.
En cualquier caso consideramos la coexistencia como el principio clave para favorecer la imbricación de los tres entornos de la ciudad en tanto en cuanto redunde en su complejidad y por tanto en su riqueza. Desde este punto de vista, presencia y representación habrán de coexistir en la ciudad contrarrestando mutuamente sus efectos perversos: no se entendería una ciudad sin presencias preestablecidas; pero tampoco se puede concebir una ciudad embalsamada.
Cuando Antonio Sant´Elia dijo que “cada generación debe construir su propia ciudad” no parecía muy respetuoso ni con el patrimonio arquitectónico ni con los recursos naturales, pero sí con la sociedad. Si entendemos este respeto como un reconocimiento a los medios tecnológicos y a las necesidades sociales del momento, no pensaremos tanto en “ciudades de usar y tirar” como en la incorporación y adaptación de nuevos instrumentos al desarrollo urbanístico. Y no cabe duda de que la representación forma parte de los instrumentos que ya están cambiando nuestras ciudades.
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