Livingry City (Livingry Center).
La “memoria natural interna” del ser humano y la ciudad han estado íntimamente relacionadas según Steven Johnson:
“La selección natural nos proveyó de herramientas cognitivas adecuadas de manera incomparable para enfrentarnos a la complejidad social de los grupos de la Edad de Piedra de las sabanas de África, pero cuando la revolución agraria dio lugar a las primeras ciudades, a lo largo de las márgenes del Tigris y el Éufrates, la mente del homo sapiens retrocedió ante la dimensión de esas poblaciones. Una mente para maniobrar con menos de doscientos individuos se encontró súbitamente inmersa en una comunidad de diez o veinte mil(…). En lugar de buscar enjambres de neuronas que se enfrentaran a la complejidad social, buscamos enjambres de seres humanos individuales. En lugar de circuitos neuronales reverberantes, emergieron barrios a partir de los patrones de tránsito. Pero siguiendo las huellas y aprendiendo de su conducta, traspasamos el límite impuesto por nuestros lóbulos frontales. Gobernar la complejidad se volvió un problema a resolver en el nivel de la ciudad misma”. (*)
Con una “memoria artificial externa” con capacidad aparentemente ilimitada y accesible desde cualquier punto del planeta, podríamos decir que las complejidades neuronales y urbanas se han trasladado al ámbito de la “noosfera”.
En cualquier caso, es indudable la evolución intelectual del ser humano a pesar de haber recurrido a elementos externos, como la ciudad y su tejido social, para intentar garantizar su supervivencia. Y por eso, siguiendo el símil que Johnson establece entre la ciudad y el cerebro humano, cabe pensar que su evolución no les conduce a incrementar su tamaño sino a multiplicar sus conexiones, esto es, a ampliar las miras de la interacción.
Esa evolución ha de redundar por tanto en una mayor complejidad urbana, de la misma manera que el surgimiento de la ciudad propició una mayor complejidad neuronal.
Por otro lado, la ciudad constituye por sí misma un soporte de memoria colectiva, pero si ésta impide la actividad propia de una ciudad de su tiempo corre el peligro de estancar su evolución: así una mayor densidad de neuronas puede implicar una menor capacidad intelectual debido a una mayor limitación de las conexiones.
En definitiva, la conservación de la “memoria natural interna” de la ciudad nos obliga a aplicar criterios de sostenibilidad ambiental, urbana y cultural; pero la “memoria artificial externa” amenaza con limitar las capacidades urbanas de la ciudad.
El futuro de la civitas pasa pues por su capacidad de generar nuevos espacios para la innovación urbana sin que se pierdan sus peculiaridades culturales. Es decir, pasa por emular las capacidades de la memoria artificial del tercer entorno.
Por eso, hoy que comienzan las tareas de demolición de la icónica Nagakin Capsule Tower (sobre su importancia recomendamos la lectura de esta otra entrada: 9- NATURALIDAD – ARTIFICIALIDAD ) queremos advertir más que nunca del peligro que nos acecha: el confuso concepto de la mal llamada Smart City.
Recuerden esto: la inteligencia se encuentra en las neuronas, no en los algoritmos.
Para más información sigan la evolución de un nuevo concepto de ciudad que emerge como oposición directa a la inhumana Smart City. Nos referimos a Livingry City, del equipo Livingry Center.
(*) Steven Johnson, “Sistemas emergentes. O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software”. Madrid. Fondo de cultura económica. 2001.
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