Cibionte (biosfera + tecnosfera + noosfera)

En relación a las diferencias sensoriales que se dan en los entornos E1 y E2 con respecto a E3 conviene resaltar las reflexiones que en tal sentido realizó Jöel de Rosnay mediante su metáfora del cibionte.
Aunque existen importantes diferencias entre los tres entornos de Javier Echeverría y las tres fases o etapas del cibionte (biosfera, tecnosfera y noosfera), se dan entre ambas clasificaciones varias analogías que no podemos pasar por alto, sobre todo en lo referente a la sensorialidad evolutiva del ser humano.
Si en la biosfera (E1) y en la tecnosfera (E2) se nos permite una interacción sensorial plena que no alcanza el tercer entorno es, entre otras cosas, por la ventaja de E1 y E2 en el proceso evolutivo de la humanidad y por la integración sensorial realizada por el cerebro de forma directa en ellos. O como apunta Echeverría, “podrá decirse que esa capacidad de integración sensorial en E1 y E2 es resultado de larguísimos procesos de adaptación del ser humano a dichos entornos, y que ya veremos qué sucede con los sensores y perceptores electrónicos dentro de un siglo”. (*)
Estos “sensores y perceptores electrónicos” son una parte fundamental de ese ser imaginado por Rosnay que representa de algún modo la imbricación de los tres entornos. Sin pretender emitir juicio de valor alguno sobre la idoneidad de un tercer entorno sustitutivo de las sensaciones
“directas” de la biosfera y la tecnosfera, sí conviene constatar los hechos acontecidos en este sentido desde 1999, año en que Echeverría escribía los siguiente:
“En el momento actual la capacidad de integración sensorial del ser humano es mucho mayor en los dos primeros entornos que en el tercero. Ello muestra la enorme importancia que tienen las interfaces entre los seres humanos y el tercer entorno. En la actualidad, hay al menos cuatro interfaces básicas: el auricular del teléfono, la pantalla de televisión, la tarjeta de crédito y la pantalla del ordenador. La integración de todos estos artefactos en uno de fácil manejo, o cuando menos su mejor coordinación, es una necesidad urgente en el desarrollo de E3, precisamente porque favorecería una mejor integración de las impresiones sensoriales provenientes del tercer entorno. Los ingenieros y los empresarios insisten en la convergencia entre el ordenador y el televisor”. (*)
En la actualidad ya podemos decir que esa convergencia se ha producido a través de una de las interfaces que enumeraba Echeverría: el teléfono. Y se ha producido porque dicha interfaz se ha hecho multimedia siguiendo la máxima de Fuller en el diseño: hacer más con menos, esto es, las interfaces también han evolucionado por efimeralización.
El propio Fuller en algunos de sus escritos, como en Education Automation (1963), ya abogaba por la TV bi‐direccional y los televisores interactivos, que a la postre han sido las herramientas fundamentales del tercer entorno; si bien, han superado sus propias expectativas de efimeralización reduciéndose en tamaño a la medida de una “prótesis humana”.
No obstante, se sigue avanzando en el desarrollo tecnológico de las interfaces que nos conectan con el tercer entorno hacia elementos que pueden considerarse extensiones de nuestros propios sentidos, como las denominadas “gafas inteligentes”. Este tipo de artefactos, capacitados para modificar nuestra percepción de los dos primeros entornos y conectarnos con el tercero de un modo casi natural, nos aproximan a la conjetura del cibionte; no sólo por aventurar el futuro del ser humano como un “hombre simbiótico” que co‐evoluciona con su entorno natural (biosfera) y artificial (tecnosfera), sino por la conformación de una “mente colectiva” fruto de la interconexión casi automática que el tercer entorno permite a la humanidad: la noosfera.
Aunque existen muchas visiones distópicas al respecto, nos quedamos de momento con la siguiente reflexión de Fuller, que anticipa la noosfera en un sentido positivo y muy sugerente para el futuro de la ciudad:
“El hombre electo que sube al poder (…) no sabe realmente qué piensa la gente. Esta es una gran razón por la cual la democracia está en peligro hoy, debido a la vacilación y las transacciones que surgen de la falta de contacto directo entre el estímulo y la respuesta del electorado (…). Estoy seguro de que la democracia es inherentemente más poderosa, capaz y apropiada a las necesidades del hombre que ninguna otra forma de gobierno, pero necesita ponerse al día implementando una correspondencia veloz de persona a persona respecto a cada uno de los estímulos y respuestas, y entonces la democracia puede funcionar magníficamente”. (**)
(*) Javier Echeverría, “Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno”. Destino 1999.
(**) R. Buckminster Fuller, “Education Automation”. Doubleday & Company 1963.
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