
Metabolismo (Kisho Kurokawa, Kenzo Tange, …)
Como iremos confirmando progresivamente, las oposiciones que establece Echeverría entre los tres entornos pueden formularse como oposiciones dialécticas de dos conceptos que se identifican fundamentalmente con E1 y E3. De esta manera E2, que por ser eminentemente urbano constituye el principal objetivo de Livingry City, se postula como síntesis (en analogía a la dialéctica hegeliana) de tales conceptos.
La gradación de los tres entornos con respecto a la propiedad diferencial naturalidad‐artificialidad según Javier Echeverría es un perfecto ejemplo de ello:
“La distinción clásica entre lo natural y lo artificial (…) es prácticamente total entre E1 y E3, ocupando E2 un lugar intermedio. Aunque la influencia del ser humano sobre el entorno natural se deja ver por doquier, al alterar profundamente los ecosistemas y los escenarios de E1, el primer entorno no tiene su origen en el artificio humano. En cambio, el tercer entorno, aunque superpuesto al entorno natural e influido por muchos fenómenos naturales para su funcionamiento, es básicamente artificial, y por ello se opone netamente a E1. El entorno urbano ocupa una posición intermedia, porque la mayor parte de sus formas han sido construidas mediante artificios humanos, pero los materiales que están a su base son, en su mayor parte, materias primas extraídas del entorno natural”. (*)
Por tanto, considerando la ciudad como un lugar intermedio entre la naturalidad y la artificialidad, es preciso recurrir en este apartado a la concepción urbanística y arquitectónica del llamado Movimiento Metabolista.
El origen de este movimiento lo encontramos en la propia cultura japonesa, de la que parten sus fundadores y promotores, pero surge de una síntesis entre los principios del Movimiento Moderno (fundamentalmente a través de los arquitectos Kunio Maekawa y Kenzo Tange) y algunos conceptos budistas como la impermanencia, que sugiere la necesidad de cambio en simbiosis con los constantes cambios de la naturaleza.
Sin embargo, la filosofía oriental que se desprende del Movimiento Metabolista asume la tecnología como una extensión de la humanidad que facilita a los seres humanos el control de su propio hábitat.
En este sentido no difiere del planteamiento occidental representado por Ortega al referirse al artificio humano, tal y como recuerda Echeverría:
“Según Ortega una de las especificidades del hombre en el mundo natural consiste en no adaptarse al entorno, sino en confrontarse negativamente con él: ‹‹ esta reacción contra su entorno, este no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre ››. Frente a las concepciones naturalistas ingenuas, que insisten en pensar al hombre como un producto de la evolución natural y de la adaptación al medio, Ortega tuvo claro
que el hombre transforma el entorno para adecuarlo a sus necesidades (…). Para ello recurre a la técnica”. (*)
Las contradicciones entre las que se mueven los arquitectos del Metabolismo nos recuerdan, como decíamos, a una especie de dialéctica hegeliana que persigue una “ciudad síntesis” entre la naturaleza, adaptada al ser humano, y la artificialidad, con la naturaleza como modelo. Así lo resumen tres preceptos de la llamada “Declaración de la cápsula” formulada en 1969 por Kisho Kurokawa, el principal representante del movimiento:
-La arquitectura cibernética hace referencia a un organismo parcialmente automático. Conjuntamente con el ser humano al que protege genera una nueva forma de existencia; hombre, máquina y espacio se funden en un cuerpo orgánico que les trasciende.
-Se dirige hacia un tipo de hombre con un alto grado de movilidad. Movilidad en el trabajo y en la forma de disfrutar el tiempo libre -de la segunda residencia a la vivienda móvil.
Por otro lado, y dado que cada vez ocupamos una mayor fracción de nuestro tiempo en los distintos sistemas de transporte, éstos deben convertirse a su vez en cápsulas habitables y ser reinterpretados bajo esta nueva óptica.
-En una sociedad cada vez más diversificada, la individualidad del ser humano debe encontrar su propio espacio de desenvolvimiento.
(*) Javier Echeverría, “Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno”. Destino 1999.
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