Cuando la Compañía Ford introdujo la cadena de montaje en el proceso de fabricación de sus automóviles pasó de vender 1.599 unidades anuales por 1.000 $ y 2.000 $ a vender 10.607 coches en un solo año desde sólo 700 $ y con un precio máximo de 1.000 $.
Doce años después, el 31 de Mayo de 1921, fabricaba su coche 5.000.000.
Era evidente que tanto el método de fabricación como el propio producto que se estaba comercializando iban a revolucionar el modo de vida de gran parte de la humanidad en muchos sentidos.
En «Shrinking of Our Planet» de Fuller y McHale (1965) se marca el año 1925 como punto de inflexión motivado por el automóvil en la línea temporal de los desplazamientos. Pero ahora nos fijaremos en una fecha posterior, el año 1933. Ese mismo año Fuller construye el primer prototipo del coche Dymaxion y se empieza a extender por todo el mundo el coche Ford B.

Son muchas las diferencias que se advierten entre estos dos automóviles y las analizaremos detenidamente siguiendo las nueve variables que resultan de los siguientes conceptos: materialidad (M), tiempo (T), información (I), masa (m), espacio (e) y lugar (l).


Observamos ante todo que en el Dymaxion Car (como sucedería con la Dymaxion House en comparación con otras viviendas de la época) se produce un equilibrio de las nueve variables con respecto a los tres entornos (*) y que este equilibrio no se da en el coche Ford B. Esto hace que su efectividad sea menor en determinados aspectos, ya que ese equilibrio obliga a una distribución de “fuerzas” y por tanto a determinadas concesiones.
En cambio el coche Ford B orienta sus objetivos a la consecución de un rotundo éxito comercial y económico y termina alcanzando una innovación cultural que anula la proliferación de otras propuestas alternativas.
Pero ¿y si analizamos el éxito más allá de lo puramente comercial o económico? Es decir, ¿qué producto resulta más “sostenible”?
Aunque el concepto de “sostenibilidad” tal y como lo conocemos hoy es posterior a Fuller (Informe Brundtland, 1987), podríamos encontrarlo implícito en muchos de sus escritos y en casi todas sus obras y proyectos.
El Dymaxion Car supone un punto de partida en la concepción global de los problemas y de sus soluciones, que Fuller plantea en términos lógicos intentando objetivar la necesidad planetaria (incluso universal) del equilibrio.
Ese equilibrio, que existe de manera inherente en la naturaleza y que ha de existir, por ejemplo, en el código interno de un barco, nos lleva a plantear las cuestiones medioambientales, sociales o puramente técnicas como partes indisociables de nuestra propia existencia.
La llamada Revolución Livingry pretende recuperar esta idea que Fuller sintetizaba en su concepción del planeta (“Nave Espacial Tierra”) y trasladarla a la escala urbana, de tal forma que cualquier ciudad o conjunto urbano, por pequeño que sea, tenga que enfrentarse a compromisos medioambientales, técnicos y sociales como un barco en alta mar.
Entendemos que en la imbricación de esos tres compromisos se encuentran las claves de un urbanismo sostenible. Y entendemos además que en la exploración histórica de esa imbricación encontraremos muchas de las respuestas que necesitamos para afrontar la problemática
urbana de nuestros días:
“La nueva vida necesita ser inspirada por la consciencia de que posee todo tipo de ventajas conseguidas por la gran dedicación de desconocidos y olvidados héroes de la exploración intelectual, de integridades intuitivas ganadas a tientas en la oscuridad. A menos que la nueva vida aprecie altamente a aquellos que estuvieron antes, no podrá beneficiarse eficazmente de su herencia”.
(R. Buckminster Fuller, Automation Education, 1963).
Precisamente, en el mismo artículo del que hemos extraído el párrafo anterior, Fuller anticipaba algunas de las características sociales que más se han acentuado con el tiempo y que más influyen en la filosofía Livingry:
“El tema es que nosotros –como individuos y como sociedad‐ nos estamos desarraigando rápidamente. Nunca fuimos árboles ni tuvimos raíces, pero debido a nuestra falta de visión así lo creímos ciegamente y nos comportamos como si así fuera. Ahora somos extraordinariamente móviles. (…) Globalmente, el mundo está cambiando su modelo estático newtoniano hacia un modelo einsteniano de movimiento constante. Esto es lo más grande que está ocurriendo en este momento de la historia. Nos estamos haciendo “rápidos” y las tumbas de nuestros muertos son cada vez menos lógicas”.
Esta sentencia, que cuenta con más de cincuenta años, liga las primeras reflexiones e invenciones de Fuller con las características que mejor nos definen hoy –como individuos y como sociedad.
Y estas características se han visto acentuadas por la revolución tecnológica, propiciada, entre otros avances, por la telefonía móvil e internet (Fuller ya abogaba por este avance tecnológico al demandar “televisores interactivos”).
Por tanto sus palabras cobran ahora mayor sentido y significado. Y también sus obras.
La senda abierta por Fuller con su coche Dymaxion y con el concepto implícito de la efimeralización no sólo mostraba un camino alternativo al que poder recurrir en caso de extrema necesidad (incluso económica) sino que ese camino se ha ido desarrollando a lo largo de la historia y ha llegado a nuestros días. Podríamos poner como ejemplo el proyecto urbanístico de Masdar, desarrollado en los últimos años por el estudio de Norman Foster, un declarado admirador de Fuller. También podríamos poner como ejemplo el enorme éxito de la exposición «CURIOSIDAD RADICAL. EN LA ÓRBITA DE BUCKMINSTER FULLER» que está teniendo lugar en Espacio Fundación Telefónica de Madrid y que desde aquí recomendamos fervientemente.
(*) De los tres entornos de la humanidad, del visionario español Javier Echeverría Ezponda, hablaremos en otro momento.
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